Ferrocarril, medio de transporte a gran escala en vehículos con ruedas guiadas que se desplazan sobre rieles paralelos y arrastrados por otro vehículo motor, denominado locomotora, que es donde se genera la energía necesaria para el movimiento del conjunto.
El origen del ferrocarril se podría remontar a la civilización egipcia y época grecorromana, pero será en el siglo XVI cuando los mineros alemanes por medio del transporte subterráneo realizado con vagones que se apoyaban sobre dos series de maderas planas los que empiecen a dar forma al nacimiento del ferrocarril como tal.
En el siglo XVIII, los trabajadores de diversas zonas
mineras de Europa descubrieron que las vagonetas cargadas se desplazaban con
más facilidad si las ruedas giraban guiadas por un carril hecho con planchas de
metal, ya que de esa forma se reducía la fricción. Los carriles para las
vagonetas sólo servían para trasladar los productos hasta la vía fluvial más cercana,
que por entonces era la principal forma de transporte de grandes volúmenes. El
inicio de la Revolución Industrial, en la Europa de principios del siglo XIX,
exigía formas más eficaces de llevar las materias primas hasta las nuevas
fábricas y trasladar desde éstas los productos terminados.
Antiguas vagonetas mineras.
Los dos principios mecánicos, guiado de ruedas y uso de
fuerza motriz, fueron combinados por primera vez por el ingeniero de minas
inglés Richard Trevithick, quien el 24 de febrero de 1804 logró adaptar la
máquina de vapor, que se utilizaba desde principios del siglo XVIII para
bombear agua, para que tirara de una locomotora que hizo circular a una
velocidad de 8 km. por hora arrastrando cinco vagones, cargados con 10 t
de acero y 70 hombres sobre una vía de 15 km. de longitud de la fundición
de Pen-y-Darren, en el sur de Gales.
Transcurrieron dos décadas durante las cuales se
desarrollaron los raíles de hierro fundido que soportaban el peso de una
locomotora de vapor. La potencia necesaria para arrastrar trenes, en lugar de
uno o dos vagones, se aseguró colocando una locomotora de vapor sobre dos o más
ejes con las ruedas unidas mediante bielas.
Grabados originales de la locomotora de vapor
inventada por Stephenson en 1825
inventada por Stephenson en 1825
La primera vía férrea pública del mundo, la línea
Stockton-Darlington, en el noreste de Inglaterra, dirigida por George Stephenson,
se inauguró en 1825. Durante algunos años esta vía sólo transportó carga; en
ocasiones también utilizaba caballos como fuerza motora. La primera vía férrea
pública para el transporte de pasajeros y de carga que funcionaba
exclusivamente con locomotoras de vapor, fue la de Liverpool-Manchester,
inaugurada en 1830. También fue dirigida por George Stephenson, en esta ocasión
con ayuda de su hijo Robert Stephenson.
El éxito comercial, económico y técnico de la línea
Liverpool-Manchester transformó el concepto de vías férreas, y no sólo en Gran
Bretaña. Algo que antes se veía como medio para cubrir recorridos cortos,
beneficioso sobre todo para la minería, se consideraba ahora capaz de
revolucionar el transporte de largo recorrido, tanto de pasajeros como de
mercancías. Se había pensado que cualquiera podría, previo pago de un peaje,
poner un tren sobre las vías férreas, igual que se hacía con los barcos en los
canales; pero el volumen de tráfico entre Liverpool y Manchester pronto
demostró que el uso de una vía fija debía controlarse desde una central y que
era preciso mantener una distancia segura entre los trenes mediante algún
sistema de señalización. Las primeras señales mecánicas instaladas a lo largo
de la vía aparecieron en 1830.
Tren histórico con locomotora de vapor, en Inglaterra.
Desde mediados de la década de 1830 se desarrolló con
rapidez en Gran Bretaña y en la Europa continental la construcción de vías
férreas entre ciudades. Los ferrocarriles ingleses fueron construidos por
empresas privadas, con una mínima intervención del gobierno, pero en Europa
continental casi siempre la construcción estuvo controlada, y en ocasiones fue
realizada por los gobiernos nacionales o estatales. Así se estableció en Europa
(menos en Gran Bretaña) la tradición del ferrocarril como empresa pública y la
obligación del gobierno de financiar cuando menos en parte el mantenimiento y
la ampliación de la infraestructura nacional de vías férreas. La participación
del gobierno estaba orientada a impedir la duplicación innecesaria de la
competencia en las rutas más lucrativas —como ocurrió en Gran Bretaña— y a
garantizar que los ferrocarriles se expandieran de la mejor forma para el
desarrollo social y económico del estado o del país del que se tratara. También
eran importantes las consideraciones técnicas, económicas e incluso militares.
La intervención estatal se consideró primordial, a la hora
de elegir y unificar el ancho de vía, que es el parámetro que mejor define una
vía ferroviaria, la mínima distancia entre las caras interiores de los
carriles, ya que limita los tipos de material móvil que lo pueden utilizar y
condiciona las conexiones posibles con otros ferrocarriles.
La construcción de vías férreas se expandió con tal ritmo en
la década de 1840 que al terminar la misma se habían construido 10.715 km.
de vía en Gran Bretaña, 6.080 km. en los estados alemanes y 3.174 km.
en Francia. En el resto de Europa Central y del Este, excepto en Escandinavia y
los Balcanes, se había puesto en marcha la construcción del ferrocarril. Los
viajes en tren pronto se hicieron populares, pero hasta la segunda mitad del
siglo XIX la rápida expansión de los ferrocarriles europeos estuvo guiada sobre
todo por la necesidad de la naciente industria de transportar productos y la
capacidad del ferrocarril para hacerlo a un precio que garantizaba buenos
beneficios a los inversores. En 1914 ya existía casi, excepto en Escandinavia,
la red de vías férreas que hoy tiene Europa, una vez terminados los túneles de
la gran vía transalpina: el Mount Cenis (o Frejus) entre Francia e Italia en
1871, el San Gotardo en Suiza en 1881, el Alberg en Austria en 1883 y en Suiza
también el Simplon en 1906 y el Lotschberg en 1913.
Locomotora del año 1925, del tren histórico y turístico de Arganda(Madrid, España)
En Estados Unidos el desarrollo del ferrocarril se vio
espoleado por el deseo de llegar al interior del país desde las ciudades de la
costa este, fundadas por los primeros colonos británicos. Tras la inauguración
en 1830, en Charleston, Carolina del Sur, del primer ferrocarril de vapor para
pasajeros, la construcción de vías férreas pronto avanzó hacia el oeste desde
todos los rincones de la costa este, desde Quebec, en Canadá, hasta el Golfo de
México. Al cabo de pocos años, los ferrocarriles habían convencido a los
comerciantes de su superioridad sobre los canales, no sólo por velocidad y por
ser más directos, sino porque funcionaban con cualquier clima, mientras que las
vías de agua podían congelarse en invierno y descender a niveles no aptos para
la navegación durante el verano. En 1850 el continente tenía ya 14.500 km.
de vías férreas. En la década siguiente un número cada vez mayor de empresas
privadas construyó más vías férreas que en el resto del mundo, con lo que el
total de Estados Unidos pasó a más de 48.300 km.; Chicago, en el Medio
Oeste, convertido de pequeña población a gran ciudad, fue la plataforma de una
rápida expansión hacia el sur y el oeste.
La idea de enlazar el este de los Estados Unidos con la
costa del Pacífico, se vio fomentada por los pioneros establecidos en la costa
oeste que decidieron a su vez iniciar la construcción del ferrocarril hacia el
este, convirtiéndose la empresa de ambos tendidos en una carrera por conseguir
el mayor número de kilómetros hasta el punto de encuentro, lo que convirtió la
construcción del ferrocarril en una gesta más que en una obra de ingeniería.
Diez mil obreros de la Union Pacific salen en diciembre de 1865 de Omaha al
encuentro de los doce mil de la Central Pacific que partieron en enero de 1863
de Sacramento. El encuentro tuvo lugar el 10 de mayo de 1869 en Promontory
Point con el ultimo remache de oro que el presidente Grant clava con esta
oración: “Ojalá siga Dios manteniendo unido a nuestro país como este
ferrocarril une los dos grandes océanos del globo”. Con ello se estaba
dando lugar al primer ferrocarril transcontinental que dio paso a otras líneas
tanto en Estados Unidos, como la primera canadiense Transcontinental
Canadiense, Montreal-Vancouver de 1886, y posteriormente se reflejó en el
transeuropeo Orient Express (3.186 km.) y el Transiberiano (actualmente
9.297 km.).
Tren a las Nubes en Argentina
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